lunes, 21 de septiembre de 2015

Ñi


Ñi, he despertado sobresaltada.
De repente, te vi saliendo de aquella fosa que tuvimos que cavar -con mucho dolor- para ti. Siempre con esa algarabía tan frenética, tan loca.
Despertar en medio del silencio, me hace consciente -una vez más- de lo increíble que puede ser cerrar y abrir los ojos para que todo sea distinto.

Llegar a casa de mis padres y no ser testigo más nunca de ese enérgico saludo tuyo ni de tus colmillos rasgando mis tobillos ni de las galletas que no comías, a menos que te digamos "Michi, Michi, Michi" (en claro anuncio de que vendría la gata a robártelas)... tú y tus ínfulas de "perro del hortelano".

Todo aquello que enmarcaba tu presencia no nos hacía presagiar tu triste destino: tu hermoso pelaje blanco y tu frenético ser no nos dejaron ver que en cualquier momento, por dentro, tu cuerpecito haría una pausa para descansar esa locura tuya tras 8 años de compañía y recuerdos... un descanso que ahora arrullo con mis lágrimas.

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