sábado, 17 de diciembre de 2011

Yo también.

martes, 15 de noviembre de 2011

Una vez más, me siento casi masculina.

sábado, 1 de octubre de 2011

Así, fumándote.

¿Tuve tu amor?...¿Tú ves tu amor?

viernes, 30 de septiembre de 2011




Roxanne
No tienes que encender la luz roja
Esos días han terminado
No tienes que vender tu cuerpo a la noche

Roxanne
No tienes que usar ese vestido esta noche
Caminar las calles por dinero
A ti no te importa si está mal o si está bien

Roxanne
No tienes que encender la luz roja

Te amé desde que te conocí
Yo no te hablaría bajo a ti
Yo tengo que decirte, simplemente, cómo me siento
No te compartiré con otro muchacho
Sé que mi mente se decidió
Así que, quítate el maquillaje
Lo dije una vez, no lo diré otra vez
Es un mal camino

Roxanne
No tienes que encender la luz roja
Roxanne
No tienes que encender la luz roja

viernes, 16 de septiembre de 2011

V.M.T: La Casa Chocano 9-20

Aquí en Villa, al menos en la zona que alguna vez viví y aún viven mis primas, no es desagradable; al contrario, las mañanas del verano pueden ser amigables con el sol de despertador y los pajaritos y los árboles y los panaderos que andan con sus bocinas y el olor de mañana adormecida y transpirada. Esta zona de Villa, es decir, el Cercado, es uno de los más gratos recuerdos que tengo desde que vine a San Juan. Claro, la Villa no tiene mucha zona urbanizada, pero esta parte o al menos la que fue mía, sí lo era y lo es; aunque ahora es algo más oscura y de bares de mala muerte donde pandilleritos van a hacer la hora hasta que les dé la gana de reventarse la pista y a la gente del camino.

Muchos recuerdos de Villa, como cuando vivíamos en la “casa de Chocano”, la primera casa.

“Si te pierdes qué le vas a decir al policía”, preguntaba mi mamá, “Yo vivo en José Santos Chocano 9-20”, respondíamos mi hermano y yo.

Recuerdos como cuando el aseptil rojo de verdad era rojo y nos lo echamos encima mi “hermano y yo” y luego subimos a la ventana, sacamos las piernas hacia la calle hasta que los vecinos, al vernos, creyeron que estábamos sangrando y tocaron la puerta como locos.

O cuando mi mamá nos llevaba a comprar a la tienda de la señora Susana y bajando nos vendía como chanchos.”¡Veeendo chancho!” y mi hermano patas arriba, cabeza abajo, haciéndola de chancho.

La noche que pude ver a la luna grandota y me enamoré de ella y sin querer queriendo del cielo de Villa, que en la noche de verano, tenía la vanidad de su luna sumergida en el cielo azul.

Las cometas en otoño, de verdad ese otoño era rojo-naranja como en los dibujos de los cuadros. Las cometas, temporada de cometas, muchas cometas y mi mamá nos daba la alegría de su juventud, de aquí hasta la bajada de “Chocano”.

No recuerdo mucho la televisión, solo el Show de Yuli y mi chompa con su rostro impreso en ella.

El triciclo que nos regaló mi tío, hermano de mi papá, los taquitos de madera en los pedales y mi hermano pedaleando con un solo pie. Pie de chancho.

Los “cucos” de la “casa de Chocano” “Cuco, men, cómete a Yayis”, decía yo.

La señora Vivi-vivi y su basura en medio de la calle o en la puerta de mi casa.

La señora Belia y su casa con olor a antigüedad, sus paredes tapizadas con retratos de hijos que no pintaban en la vida de la viejita, su olor a cigarro y a cerveza, su cuerpo flacucho meciéndose en los tacones, su mazamorra de melocotón que me hostigó, su piso ultrarojo, el juego de cocinita para mí, los soldaditos para mi hermano, su “Chinita linda” para mí, su “Chinito lindo” para mi hermano, su melosería para los dos, sus nietecitos los dos.

La casa de las chinas y su tortuga de colores. Grande y vieja tortuga pelleja. Lentamente triste.

La señora Susana, su gordura, sus hijas, su bodega.

La vez que me mordió el perro: las tijeras, el hilo, la gasa, mi pierna, el dolor que produce la posta de Villa, mi dolor…el sol.

El olorcito a madera de la carpintería de mi tío, las ratas que vinieron con ella y su gordura golpeando el techo.

El gato que me asustó cuando se fue la luz, les tengo miedo, los odio.

La luz apagándose. Los “coche-bomba”. Nos reventaron lo que ahora es Luz del Sur de Villa.

El rezo del “Santo Rosario”, inocencia de mi madre.

La chica que recogimos de la calle y bañamos.

La borrachera de mi viejo (van 20 años que mi padre es otro).

La loca rompelunas.

Los nervios de mi madre.

La luz apagándose de nuevo.

La cachetada de mi madre en mi nariz y la sangre roja como el aseptil.

Los camotes fritos.

Laica y Faraón, los pastores alemanes de mi tío.

El aserrín, la viruta, las máquinas asesinas del taller.

Laica muerta, Faraón muerto.

Las pulgas en mi pantimedias blanca. Mi padre sacándomelas.

El día que mi hermano le dijo papá a un desconocido.

El mercado de Villa, el olor a verduras, la vez que me perdí, el extraño ojo del señor del pescado.

Mi tía Nilda (que en paz descanse y santigüación) y su uniforme del Juana Alarco.

La policía, tal vez algún embargo.

La luz se fue y mi mamá nos canta sin haber renovado repertorio.

Las tareas del nido, el “puerta, door; ventana, window; pollito, chicken; gallina, hen…”, la escritura, la lectura y la tortura, con el libro de aprestamiento.

Los días pasando, mi madre riendo, a veces llorando. Mi padre es una imagen medio borrosa, pero lo veo.

La loca rompelunas que vino a jodernos la paz, nuevamente.

Y esa, creo, fue la última vez, que vi la luz encendida en la que fue mi casa, la casa de Chocano, la del 9-20, la de la infancia y la de travesuras con dos nombres y un mismo apellido, la que terminó con la chapa rota y las lunas regadas con el mismo brillo de la azúcar blanca, así de “ñizquitas”, las lunas de nuestra ventana; en manos y en la locura de una loca rompelunas, loca de mierda, loca de locas, loca puta.

Entonces, ya no éramos “mi hermano y yo”; sino, mis dos hermanos, yo y mis padres saliendo de “Chocano”, diciéndole adiós a todo recuerdo que, probablemente, ya no alcance en mi memoria.

sábado, 20 de agosto de 2011

Opposite

viernes, 12 de agosto de 2011

Preciosamente.

cuando la noche caiga,
el invierno nos envuelva
y el asesinato sea vía internet.


sábado, 6 de agosto de 2011

iamamiwhoami

Menos incógnita y más música.


martes, 21 de junio de 2011

viernes, 27 de mayo de 2011



"Qué desperdicio pasar tanto tiempo con alguien, solo para descubrir que es un desconocido"

lunes, 11 de abril de 2011

cara o cruz

Y le temo a la niña que está detrás de mi espejo...ella dispara a mi pecho dos nombres de un solo golpe.

sábado, 5 de febrero de 2011

05.02.11

De nuevo aquí, con la cabellera larga y las ilusiones cortas.


Hace poco, qué digo poco…poquísimo, fue 3 de febrero del 2011.

Un año más en el fallido intento de recomponer, lo que llamamos, un amor que ha salido airoso de los “despísticos” y “rutineados” malabares -seudoinfantiles- de sus dos protagonistas: tú y yo.


Ya se hicieron los años y con nosotros pequeñas arrugas de infelicidad no admitida por simple capricho y/o curiosidad, quizás, de saber qué podría haber unos añitos más allá. Tal vez el doble de pequeñas arruguitas alrededor de nuestra boca que es lo positivo de nuestra historia. Tal vez si recordamos que la primera en dibujar la delgada línea fui yo, al darle una interpretación errónea a tus debiluchos contorneos corporales, y a la gravedad de tu voz alojada en el centro de mi pecho. Me equivoqué.

“Pero mi amor, no todo está perdido”-es lo que cada fin de mes, de los años que llevamos parados en el corazón de Lima, nos repetimos constantemente. De algún modo, para recordar- o para recordarme- que la pionera en plantar duraznos en tu piel, fui yo…una vez más, yo. Por eso, religiosamente, he decidido salir a tu encuentro para echarte el agüita que te hace falta y abrirte las ventanas para que la luz siga inundando tu habitación donde los pelos del perro nunca dejan de aparecer ni de incrustarse en los poros abiertos de mi rostro, haciéndome sentir que es amor lo que sangra y lo que me hace estornudar con fuerza...que es la sensación más parecida a tu voz retumbándome el sentido del sexo, en ofrecimiento de un sábado azul para no tener que aguantarme un domingo con hartas tristezas de no sentirte mío y de mis huesos.